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El Cannabis en
la Europa del siglo XIX
Mientras Napoleón luchaba contra el predominio del
uso del cannabis en Egipto, en Europa surgían nuevas
fuerzas intelectuales. El romanticismo, la orientomanía
y la fascinación por la psicología y lo paranormal
se combinaron en la firmemente establecida clase superior
que puso de moda el opio, el láudano, para crear un
clima en el que los reputados placeres del hachís podían
ser explorados por almas incondicionales y atrevidas. El ambiente
intelectual y legal de la ingesta de drogas a principios del
siglo XIX difícilmente puede ser más distinto
al de nuestra época. El opio y el hachís no
eran sustancias controladas y su uso no se veía acompañado
de oprobio alguno. El tabaco y el café se habían
introducido en Europa hacía mucho y se habían
vuelto partes indispensables de los rituales de las civilizaciones
europeas, por lo que no es sorprendente que los extravagantes
relatos de los viajeros que hacían referencia a raptos
narcóticos y visiones con el cannabis.
A principios de 1840, un grupo de escritores franceses, entre
los que se encontraba Théophile Gautier, Baudelaire,
Gérad de Nérval, Dumas y Balzac, así
como un número de escultores, pintores y otros bohemios,
formaron el hoy famoso "Club des Hachischins". El
club celebraba encuentros semanales en las habitaciones de
paredes damasco del hôtel Luzan, en la parisina Ile
St.-Louis. En dichos encuentros, el viajero y psiquiatra J.J.
Moreau de Tours proporcionaba una forma de gelatinoso hachís
argelino denominado dawamesc. Los encuentros constituían
una exploración privada y exitosa de respetadas figuras
literarias. Por lo tanto, sólo cinco años después
durante las revueltas de París de 1848, los estudiantes
armados llevaban pancartas por las calles pidiendo la libre
circulación del cannabis y del éter.
En 1842, el médico inglés W.B.O´Shaughnessy
fue el primer introductor en Inglaterra de la ganja, un cáñamo
indio muy potente, con su Bengal Pharmacopeia. El cannabis
se convirtió en una parte de la práctica médica
y por lo tanto en una parte del inventario de cada boticario
inglés.
Aunque el cannabis ha sido utilizado en Oriente durante muchos
siglos, no es cierto que una gran mayoría de europeos
fuera consciente de su existencia antes de que apareciera
el relato sensacional de Marco Polo, alrededor de 1290. A
pesar del hecho de que el médico alemán Johannus
Weier mencionara el uso del hachís por parte de grupos
de brujas en el siglo XVI, las drogas basadas en el cáñamo
estaban ausentes de la materia médica de la alquimia,
y probablemente no se trajeron a Europa en cantidad alguna
hasta que O´Shaughnessy y su contemporáneo francés,
Aubert-Roche, abogaron por su uso hacia 1840.
En 1845, J.J. Moreau de Tours publicó su "Du
Hachisch et del l´Álienation Mentale". Su
detallada descripción de los efectos del hachís
despertaron el interés tanto en círculos médicos
como literarios, y pusieron en marcha una ola de experimentos.
Aun así, el interés por el hachís nunca
viajó más allá de los círculos
parisinos en los que el mismo Moreau se movía. Comer
hachís nunca se convirtió en una moda en el
siglo XIX; el uso del hachís continuó estando,
la mayoría de las veces, confinado al Próximo
Oriente y al Oriente Medio.
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